Contaminación y Salud Pública.
Las ciudades más pobladas, como Barcelona, registran unos índices de contaminación que a menudo superan los límites máximos establecidos en las leyes y recomendados por las autoridades sanitsanitarias.
Los efectos de la polución en la salud suelen ser difíciles de observar a nivel individual.
¿Cómo puede mejorarse ese conocimiento y aumentar la concienciación de la población ante el problema?
Mark J. Nieuwenhuijsen
A la mayoría de nosotros nos acecha una de las mayores amenazas, un mal que no suele detectarse a simple vista pero que descarga su golpe mortal en numerosas zonas del planeta. Se trata de la contaminación atmosférica. El 90 por ciento de la población mundial vive en áreas donde los niveles de contaminantes atmosféricos se sitúan por enci- ma de los valores recomendados por las directrices sanitarias.
Según diferentes estudios, las sustancias tóxicas y las partí- pliamente cubierto por los medios de comunicación y aumentó culas sólidas del aire derivadas de diversas actividades humanas la atención y la necesidad de actuar sobre dichos contaminantes. terminan con la vida de 7 millones de personas cada año; más No obstante, cada cierto tiempo aparecen personas que cues- de la mitad (4,2 millones) mueren como consecuencia de los contaminantes presentes en espacios abiertos (el resto fallece a causa de los que se generan en espacios cerrados, como en los hogares donde se quema leña). Los índices de contaminación atmosférica varían mucho de una región a otra del planeta, siendo elevados en lugares como China e India y menores en América del Norte y Europa. Aun así, cerca de 400.000 europeos mueren cada año a causa de ella.
La polución del aire repercute, además, en los sistemas sanitarios y la economía de las naciones: en 2016, el coste asociado a la carga de enfermedad provocada por las partículas sólidas de tamaño inferior a 2,5 micrómetros (PM2,5) en todo el mundo fue de 5,7 billones (1012) de dólares estadounidenses, lo que re- presenta un 4,4 por ciento del producto interior bruto global.
Muchos de los contaminantes están regulados y existen directrices que de nen sus niveles máximos. Las PM2,5 y el dióxido de nitrógeno (NO2) han recibido gran parte de la atención por su mayor impacto sobre la salud. A pesar de ello, en numerosas ciudades europeas, entre ellas Barcelona y Madrid, se superan esos límites. A menudo, reducirlos supone una dura batalla para las administraciones, dada la elevada densidad de coches en las ciudades y la escasa predisposición a restringir su uso.
La concienciación de la población sobre el problema de la contaminación, aunque cada vez mayor, resulta irregular. El caso dieselgate, en el que los fabricantes de coches manipularon las emisiones de los óxidos de nitrógeno de los motores diésel para que disminuyeran durante las pruebas de homologación, fue amtionan los efectos de la contaminación en la salud, como Dieter Köhler, antiguo director de la Sociedad Respiratoria Alemana, que hace poco puso en entredicho las pruebas sobre el impacto del NO2. Argumentaba que la mayoría de ellas se basaban en asociaciones estadísticas y que él nunca había visto a nadie en su consulta que sufriera daños provocados por la contaminación atmosférica, como sí había visto las consecuencias del tabaquismo.
Es verdad que muchos de los efectos descritos proceden de estudios epidemiológicos (basados en poblaciones grandes) y son difíciles de detectar a escala individual. Pero también existen numerosas pruebas toxicológicas, realizadas en condiciones experimentales en animales y en humanos, que respaldan los hallazgos epidemiológicos.
Aun así, todavía existen lagunas de conocimiento y persisten dudas en la población sobre el problema de la polución. ¿Cuándo tienen los contaminantes un efecto perjudicial notable en la salud individual? ¿Qué estrategias pueden mejorar dicho conocimiento y aumentar la concienciación de los ciudadanos? un problema histórico. Aunque los posibles efectos de la contaminación atmosférica se han descrito durante cientos de años, no fue hasta principios de la década de 1950 cuando pasaron a un primer plano e indujeron cambios en la legislación.
¿Cómo nos afectan los contaminantes?
El aire de las ciudades contiene una mezcla compleja de sustancias y partículas sólidas de diferente tamaño procedentes sobre todo de las emisiones de los automóviles y las calefacciones domésticas. Los pulmones constituyen el principal órgano de destino de todos los contaminantes (las partículas de hasta 10 micrómetros y los gases), pero los de menor tamaño (las partículas de hasta 100 nanómetros y los gases) se incorporan desde ellos a la sangre y se distribuyen por todo el organismo (azul). Abajo se detallan los procesos que desencadenan y las enfermedades que provocan en diferentes partes del cuerpo.
Cómo reducir la contaminación.
Dados los efectos de la polución sobre la salud y la elevada carga que acarrea en los sistemas sanitarios, es importante reducir sus valores actuales. Una de las formas más e caces de hacerlo consiste en eliminar o reducir la emisión de contaminantes desde su origen, principalmente los generados por el trá co motorizado, la calefacción de los hogares o la industria.
Me centraré aquí en el trá co motorizado. En Europa, la regulación de las emisiones de los vehículos, que se puso en marcha en 1992 con las Normas Euro, ha dado lugar a una disminución de los índices de contaminación. Desgraciadamente, las normas se basaron en las emisiones de los vehículos medidas en el laboratorio y no tuvieron su cientemente en cuenta las condiciones reales de conducción y mantenimiento del automóvil. Como consecuencia, durante la conducción normal se producen más contaminantes de los que los fabricantes suelen especi car para sus vehículos. Además, el control de las emisiones de los tubos de escape, si bien resulta positivo para mantener a raya los óxi- dos de nitrógeno, solo recoge la mitad de todas las partículas sólidas que contaminan el aire; el resto procede del desgaste de los frenos y las ruedas. Los nuevos protocolos de análisis de las emisiones que se vayan introduciendo a lo largo de los próximos años deberían abordar estos problemas.
Varias ciudades han introducido zonas de baja emisión, en las que solo se permite la entrada a los vehículos con determinadas especi caciones. Pero esa estrategia ha tenido un éxito desigual, y en general no se ha observado una disminución importante en los niveles de contaminantes. En algunas urbes también se han jado impuestos de congestión y los conductores deben pagar para acceder a una parte de la ciudad. Si bien este sistema ha servido para llenar algo las arcas del ayuntamiento, ha resultado mucho menos e caz a la hora de reducir la contaminación. Otras ciudades han ido un paso más allá y han establecido barrios sin coches, como el área Vauban de Friburgo, en Alemania. Y otras se han comprometido a prohibir su circulación en toda la ciudad, como es el caso de Hamburgo, que se ha jado dicha meta para el 2034. Tal medida puede antojarse algo drástica, pero podría aplicarse en el futuro en barrios de numerosas ciudades, dado que muchas de ellas no solo quieren solucionar sus problemas de contaminación, sino también abordar otros aspectos, como la habitabilidad, la salud y el cambio climático.
La transición energética de los combustibles fósiles a las energías renovables (como la solar, la hidráulica y la eólica) no solo hace frente a los problemas relacionados con el cambio climático, sino también a los de contaminación atmosférica, y podría aportar grandes bene cios para la salud. La reducción o la eliminación en la vida cotidiana del uso del carbón, la madera, el petróleo y el gas asociado al transporte, las calefaccio- nes domésticas y la industria exigirá grandes compromisos e inversiones, pero abre muchas oportunidades para un futuro mejor, más sostenible y saludable. Los intereses creados, como los de los fabricantes de automóviles, pueden di cultar dicha transición, pero es necesario enfrentarse a los efectos actuales del cambio climático, que pueden conllevar un coste mucho más alto si no se abordan ahora.
Y una última re exión. La mayoría de la población europea vive hoy en ciudades, y es necesario analizar cómo las diseñamos o las rediseñamos para reducir la actual dependencia del coche. La expansión urbana y las de ciencias en el transporte público y los carriles bici han dado lugar, en numerosas urbes, a una gran dependencia del coche y a la congestión. Se necesitan mayores inversiones en infraestructuras de transporte público para reducir el uso de coches y motos y proporcionar a los ciudadanos un entorno más habitable y saludable.
Fuente: Agosto 2019, InvestigacionyCiencia.es